La coincidencia es plena: la Mesa de Diálogos entre el ELN y el Gobierno ha dado “un salto de calidad”. Así ha quedado evidenciado en la instalación del 4º Ciclo de Diálogos de Paz que comienza este 14 de agosto en Caracas. La puesta en marcha [el 3 de agosto] del Consejo Nacional de Participación y el inicio en esa misma fecha del cese al fuego bilateral, nacional y temporal han dado un impulso increíble al proceso y se respira en el ambiente de la Mesa de Diálogos esa energía positiva que trasmite la implementación de los Acuerdos de La Habana. Pero, como han recordado hoy el jefe de la Delegación de Diálogos del ELN, Pablo Beltrán, la vicepresidenta ejecutiva de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez, o monseñor Darío Monsalve, representante de la Conferencia Episcopal de Colombia y que ha intervenido en nombre de garantes y acompañantes, es el tiempo de que esos dos acuerdos que ya se están implementando se traduzcan en alivios humanitarios para las comunidades más afectadas por el conflicto. “Creo que se convierte en un objetivo inaplazable, perentorio, impactar y disminuir los efectos del conflicto armado en las comunidades que han visto más afectado su desarrollo”, decía Delcy Rodríguez, quien mostraba su apoyo a las políticas de paz del Gobierno de Colombia y advertía de los peligros que suponen los “amigos de la guerra” en este mundo sometido a retos desconocidos. “El clamor más grande del mundo es la paz y aislados deben quedar los amigos de la guerra”.
Las palabras guía sonaban en La Casona [Centro Cultural Aquiles Nazoa], la que fuera residencia oficial de los presidentes de Venezuela hasta 2012 y que transpira el espíritu bolivariano que José Martí tradujo en esa “Nuestra América”, esa “zona de paz” anhelada que reúna a los países del continente.
Ahí, Pablo Beltrán, con su tono pausado y cercano, sin guion y sin discursos escritos, ha señalado: “Si me preguntaran ‘¿un resultado de este ciclo, cuál es?’, la respuesta sería: que los instrumentos que ha creado la Mesa, que es la participación y el cese al fuego, de verdad le lleven un alivio humanitario a las poblaciones y ciudades que más sufren”. Alivios que ya han sido tratados en otros ciclos y que se centran en comunidades muy afectadas por el conflicto o en colectivos, como las personas privadas de libertad, que soportan un estado permanente de violación de sus derechos humanos básicos.
Monseñor Darío Monsalve, en nombre de los garantes y acompañantes animaba a que «este ciclo permita llegar a acuerdos sustantivos, que tengan como centro a quienes han sufrido por décadas el conflicto armado. Alentamos a las partes a seguir cumpliendo los acuerdos alcanzados».
Beltrán dejó claro en su intervención que se debe “construir una visión común de paz. [La paz] no es la del gobierno, no es la del ELN, es la de todos… nadie debe quedarse afuera. En ese sentido, seguimos trabajando, porque en la medida de que esto avance, va a haber más confianza de la sociedad colombiana hacia este proceso. La confianza la dan son los hechos, el cumplimiento de los acuerdos. Entonces, si esta sociedad empuja este proceso, nosotros tenemos la convicción, la certeza, de que esto va a avanzar”.
El jefe de la Delegación Oficial, Otty Patiño también insistió en que el proceso de paz no es propiedad de nadie más allá de la sociedad colombiana, pero instó a aprovechar la voluntad política del Gobierno presidido por Gustavo Petro para contagiar al resto de la institucionalidad colombiana, así como la convicción del Comando Central del ELN para seguir avanzando en esta dirección. Para el Gobierno el reto es, ahora, pasar de lo nacional a lo territorial, de lo bilateral a lo multilateral y de lo temporal a lo permanente.
La Delegación del ELN, en sintonía con el mensaje continental del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, hablaba de una dimensión más allá de la colombiana. Pablo Beltrán recordaba que “este es un proceso de paz que se desarrolla en un momento en que en el mundo, desgraciadamente, lo que prima es un ambiente bélico, de guerra, de conflictos… El hecho de que en una nación como la nuestra, tras 70 años de conflicto interno, tengamos esta Mesa [de Diálogos de Paz] es la muestra de un compromiso con el pueblo colombiano, pero también con el mundo. Tenemos así un mensaje para decirles: que así las diferencias entre poderes e intereses sean muy agudas, siempre habrá una vía de solución política a los problemas, que es lo que intentamos en esta mesa”. También advertía, como lo hacía la vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, en que hay enemigos al acecho, pero Beltrán hoy ha querido mostrarse optimista: “Siempre los procesos de paz —y este en particular— han tenido oponentes, adversarios (…) Nosotros pensamos que, en este momento, los adversarios del proceso de paz persisten en Colombia, pero, afortunadamente, son menos. Tampoco aspiramos a hacer monedita de oro. A lo que sí aspiramos es a cumplir, a que lo que aquí se firma se cumpla. En ese sentido, esa es la muestra evidente de que hay una convicción por lograr una solución política siempre”.
El ELN ha llegado a Venezuela —cuyo Gobierno y pueblo se esfuerzan por la paz en Colombia sin que “ese esfuerzo sea siempre bien entendido”— con un objetivo claro, ha recordado a garantes y acompañantes el jefe de la Delegación insurgente: “El ELN, cuando viene a estos eventos de paz, viene a hacer acuerdos y a cumplir acuerdos. Cuenten con el ELN para seguir desarrollando este proceso de paz”.
Comienza el cuarto ciclo de un proceso que en 2023 está mostrando rutas posibles para atajar las causas de fondo del conflicto armado y, de ese modo, huir de las tentaciones ‘pacificadoras’ que sólo se fijan en las consecuencias. Por delante tres intensas semanas para fortalecer lo conseguido y avanzar en lo pendiente.